—¿Tiene que ser justo el 8M? —le preguntaron a Karina Milei.
El Salón de las Mujeres del Bicentenario, ubicado en el primer piso de la Casa Rosada, estaba a punto de dejar de existir tal como había sido concebido por el kirchnerismo. Solo faltaba determinar la fecha. Se había resuelto quitar los cuadros de Mercedes Sosa, de Alicia Moreau de Justo, Alfonsina Storni, Victoria Ocampo, Lola Mora, Mariquita Sánchez de Thompson, las de las Madres de Plaza de Mayo, la de Aimé Painé y la de Evita, y se los pensaba reemplazar, entre otros, por los de San Martín, Belgrano, Sarmiento, Julio Argentino Roca y por el de un único presidente desde el retorno de la democracia al que los libertarios veneran: Carlos Saúl Menem. Hasta el jueves a la madrugada, el lugar estaba tapiado con hojas A3 para que no se viera qué pasaba adentro. El nuevo nombre también estaba acordado: pasaría a llamarse Salón de los Próceres.
El cambio aún se mantenía en secreto cuando los colaboradores de Karina preguntaron en voz alta si era lo más apropiado que la inauguración coincidiera con el Día Internacional de la Mujer.
—Sí, tiene que ser el 8 —contestó la secretaria general de la Presidencia.
Sus colaboradores se quedaron unos segundos en silencio. El diálogo pudo haber terminado allí, pero hubo una pregunta más, una última sugerencia:
—¿Y si incluimos también a alguna mujer? ¿A Juana Azurduy, por ejemplo?
—No, los próceres que elegimos son todos hombres —dijo Karina, y ya no se habló más del tema.
Restaban algunos detalles para la puesta en escena. Se acordaron rápido. Se filmarían las nuevas postales del salón, se confeccionaría de apuro un spot para que no se filtrase la información y se pondría el Himno Nacional como música de fondo. Todo, editado en una filmación de un minuto, bien pensada para las redes sociales. Quedaba, por último, una sorpresa: la voz en off la pondría la propia Karina, la enigmática funcionaria que mantiene una sociedad indisoluble con su hermano, la que controla desde cómo le endulzan las bebidas al Presidente hasta quién lo custodia, cómo se viste según la ocasión y la que se sienta en la mesa chica de las decisiones políticas.
Ya es célebre el seudónimo que le puso Javier Milei: El Jefe. Apenas la candidatura del libertario empezó a cobrar vigor, el hoy primer mandatario puso una condición para quienes quisieran discutir poder con ellos. Esa condición se convirtió en un mandamiento después de la jura del 10 de diciembre: “Kari es la única persona con la que no se pueden pelear”. Algunos desafiaron esa consigna y se tuvieron que ir, como Carlos Kikuchi, el armador -y el acusado de vender candidaturas- durante la campaña. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, también salió herida. No es que se hayan peleado, pero a Karina le llegaron descalificaciones que no le gustaron, que aludían a su pasado como tarotista. Suficiente.
La secretaria general decidió esta semana irrumpir en escena como no lo había hecho nunca. No fue raro verla pegada a su hermano en el Colegio Cardenal Copello ni en la feria agroindustrial Expoagro -donde le hizo de controller para aislarlo de empresarios que él no quería ver y en la que lo contuvo cuando se cortó la luz mientras daba el discurso-, pero sí fue llamativa su determinación para apartar a Ramiro Marra -amigo de Milei- de la jefatura del bloque de La Libertad Avanza en la Legislatura porteña y para acelerar la inauguración del Salón de los Próceres.
“Nosotros venimos a honrar a los próceres de nuestra historia, a los que hicieron de la Argentina un país grande, muchos de los cuales fueron ocultados y ninguneados por los últimos gobiernos. Celebramos a los héroes de la Independencia y celebramos a los protagonistas de nuestros mejores años, próceres que dieron su vida por la patria. Esta administración no va a promover desde el Estado militancias que generan discordias y división entre los argentinos”, dice la funcionaria en el spot. Las imágenes se viralizaban mientras, frente al Congreso, una impresionante movilización de mujeres criticaba al Gobierno y pedía por el fin de la violencia machista.
En el Gobierno nadie supo decir por qué Karina, que suele refugiarse en el bajo perfil, había lanzado una batalla justo el 8M. ¿Provocación? ¿Golpe de efecto? ¿Maniobra de distracción para seguir ganando tiempo en medio de la recesión y del ajuste feroz de la economía? ¿Un simple gesto de poder? ¿Una forma de dividir la conversación pública? “Un poco de todo”, decían en la cúspide del Ejecutivo.
Por esas horas también se hablaba de la inminente reunión de los ministros del Gobierno con los gobernadores. Una cumbre en la que Milei prefirió no estar. Ni siquiera pasó a saludar, como hacían sus predecesores cuando los mandatarios provinciales se reunían con sus ministros. Permaneció en la Residencia de Olivos. El Presidente ve el proceso de negociaciones con dudas. Ya dijo el 1° de marzo que no confiaba en los gobernadores. Quizá, ahora, confíe menos.
Aunque la reunión fue cordial y en el oficialismo blanquearon que enviarán una nueva Ley Ómnibus (tendrá 400 artículos menos que la original, que tenía 664), sus primeras monedas de cambio fueron casi desestimadas. Nación ofreció a las provincias parte de la recaudación del Impuesto a las Ganancias, que -si se aprobara el proyecto- volverían a pagar, al menos, las 800 mil personas que dejaron de hacerlo en el último tramo del Gobierno anterior.
Nicolás Posse y Guillermo Francos se toparon con que muchos de los mandatarios rechazan esa maniobra. Algunos porque no quieren pagar el costo en sus provincias -como los gobernadores patagónicos, en cuyos distritos la mayoría de los trabajadores formales tendría que volver a pagar- y otros porque creen que es insuficiente o que responde más a un compromiso con el FMI que a la voluntad de sentarse a charlar en serio sobre el sistema impositivo. Preferirían que se coparticipara el impuesto al cheque y el impuesto País. Milei se niega.
En la cumbre hubo algunos dardos, en especial del kirchnerismo. Axel Kicillof reclamó que le devolvieran los fondos para educación y transporte y adelantó que no piensa a acompañar la Ley Ómnibus. El santiagueño Gerardo Zamora dijo que en la Rosada tienen “un profundo desconocimiento de cómo funciona el Interior y el aparato productivo”.
Los dirigentes del PRO fueron más contemplativos. Rogelio Frigerio, al ver que la conversación se trababa, pidió avanzar solo en los puntos de acuerdo. No será fácil. Uno de los mandatarios, al salir de las cuatro horas de reunión, advirtió al oído de un ministro: “Ustedes pueden arreglar con nosotros, pero si el Presidente sigue puteando a los diputados por Twitter no vamos a poder hacer magia”. Correrá mucha agua hasta el 25 de Mayo. Ni hablar cuando se discuta la nueva fórmula jubilatoria.
En las próximas semanas podría haber avances en las negociaciones entre La Libertad Avanza y el PRO. Milei dio el visto bueno y Mauricio Macri espera su llamado para un encuentro decisivo.
El libertario empieza a entender, más allá de su rebeldía y de su mensaje antisistema -que nunca abandona, menos en el mundo de las redes- que no puede hacer lo que quiere sino, como todos, lo que puede. Los muros que se levantaron en el Congreso, la cuna de las leyes, no caerán de un día para el otro. No son cuadros que se puedan poner y sacar por otros.