viernes, 4 octubre, 2024
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Javier Milei y la fantasía reiterada del superávit fiscal

Por Marcelo López Álvarez

Nadie puede criticar a un gobierno por construir un relato, una épica de su gestión. Es parte de la comunicación y obviamente de la actividad política. Tampoco por forzar algún dato o tomar como punto de partida estadístico el que más le convenga. Pero otra cosa es plantear la mentira como formulación permanente del discurso, que es lo que hace Javier Milei y su discurso.

Muchos creerán que es difícil construir un relato con una realidad inexistente durante media hora, pero no lo es para quienes tienen delirios de supremacía. En esta columna nos centraremos en el espacio económico del principal anuncio de anoche, pero la imagen transmitida por la Cadena Nacional del presidente sentado con sus funcionarios parados cual escolta militar, pero en posición de jugador de fútbol en una barrera tapándose sus zonas sensibles, no es un dato sensible en la comunicación no verbal de la política.

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Con un cuestionable manejo de imagen, Javier Milei anunció un dudoso superavit fiscal.

Con un cuestionable manejo de imagen, Javier Milei anunció un dudoso superavit fiscal.

Javier Milei y el superávit del Lobo

Si bien Milei insiste en asociar su imagen con un león sus discursos son cada vez más parecidos a los del Lobo de Caperucita Roja. No hay una frase que sea verdad.

Se podría analizar durante cientos de líneas sus afirmaciones en su quinta cadena nacional desde que asumió (más de una por mes) pero centrémonos en el anuncio principal: el del superávit del primer trimestre. Una afirmación tan falsa como sus promesas de campaña y que debe una pregunta: ¿Cómo se llegó a esa contabilidad creativa?

Lo primero que hay que explicar es que el superávit es logrado en base a dos ejes principales: patear pagos y destruir los ingresos de los jubilados y empleados públicos. ¿La casta? Bien gracias. Lo pueden certificar las Karina Milei y los Adornis y Serenellinis de la vida.

Casi el 20% del superávit es explicado por la postergación de pagos a las mayoristas eléctricas, que reservadamente ya empiezan a amenazar al gobierno con un caos energético si no aparecen los pagos.

Más del 30 % del festejo de Milei está logrado gracias a la licuación de los haberes del sector pasivo que se consolidó ayer con la renovación del bono de 70 mil pesos, sin ningún tipo de actualización.

Otro 15% o algo más del superávit está explicado por los recortes del subsidio al transporte y otras áreas.

El resto es recorte a la obra pública, transferencias a las provincias y universidades, desaparición del incentivo docente, planes de salud y sociales, etc.

Como es claramente observable, no hay un solo ajuste a la famosa casta, por más que el Presidente crea en su construcción fantástica de la realidad que recortar la obra pública es recortar a la casta. Una sandez que no tiene sustento. Si no, puede preguntarles a los casi 100 mil obreros que a lo largo y ancho del país denuncia la UOCRA que perdieron su trabajo.

Hasta donde el discernimiento social funciona, ni los jubilados, ni los docentes, ni los trabajadores, ni los enfermos oncológicos o los empresarios pymes son casta.

El peligro del mesianismo

Para otro momento quedará el análisis de la reiteración del discurso mesiánico y de las construcciones comunicacionales con destino fijo como la de ayer que pareció un escenario armado para convencer a los centros de poder financiero que la Argentina “va por el camino correcto” y se merece que le abran la billetera para más deuda y financiamiento.

La duda que prevalece es si esos centros de poder vieron a un Presidente en ejercicio fuerte del poder o solo detectaron la aparición de una copia simpática del dictador de Costa Pobre

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