Por Marcelo López Álvarez
El viernes el Gobierno pareció encontrar un pequeño respiro económico en una semana que venía muy cruzada, sin embargo, ese respiro duró poco; El estallido de los rumores sobre la pronta salida de Diana Mondino de la Cancillería por desavenencias con Guillermo Francos y el propio Javier Milei es una muestra más de las complicaciones oficiales.
El Milei tuitero, con emociones desequilibradas siempre le ganó al que debería ser el Milei presidente y esa sería una de las causas del enojo con Diana Mondino, pero además esa personalidad presidencial es el problema más serio que tiene que enfrentar el Gobierno.
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Sin terminar aún el affaire Pettovello, Javier Milei ahora cansó Diana Mondino. Los rumores aseguran que dejaría el gabinete en las próximas horas.
Los tuiteros y funcionarios mediocres que festejan las publicaciones del presidente deberían saber que esos posteos y reportajes son mucho más perjudiciales que una derrota parlamentaria que el mundo democrático comprende.
El mundo democrático y los mercados lo que no entienden es un presidente que insulta sus interlocutores, habla como dibujito animado en reportajes a medios extranjeros mientras afirma que viene del futuro para destruir el Estado, asegura tener perros que ya están muertos, se comporta como un infante en las reuniones con los empresarios y ceos más importantes de la industria tecnológica mundial y para colmo parece no tener conducción política alguna.
Cómo los inversores y mercados podrían confiar en un país que lo preside un personaje que les dice que nadie les pagará porque él destruirá el Estado.
La realidad económica y política de la Argentina puede estar a 35 años de Irlanda, pero está a meses de Sudán del Sur.
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«Yo vengo de un futuro apocalíptico para evitar la debacle, algo así como Terminator»
Javier Milei remarcó que busca «alertar a Occidente para escapar de las ideas del socialismo». pic.twitter.com/xTgzT2hurt
— Corta (@somoscorta) June 6, 2024
La semana que trastocó a Javier Milei
Fue quizás una de las peores semanas de indicadores económicos para el gobierno de Javier Milei que sigue autoalabandose por la baja de la inflación después de haberla disparado a records en décadas.
Ese éxito relativo (todas las consultoras ya hablan del rebote de junio) logrado sobre el hambre de los ciudadanos no alcanza, ni por asomo, para tapar la volatilidad del dólar que alcanzó niveles cercanos a sus máximos históricos, y la caída de bonos y acciones que avisan que las ideas de levantar cepo, la competencia de monedas y todas esas chácharas libertarias están bien lejos. Excepto, claro, que la política y la sociedad decidan seguir convalidando al destructor del Estado, en ese caso es posible incluso que Javier MIlei acelere esas medidas con su objetivo precisamente de destruir todo lo que toca.
Recordemos que en la semana la escalada del dólar lo llevó por encima de los 1.300 pesos y el Central cerró una semana con balance en rojo entre compras y ventas.
Mientras en Wall Street la incertidumbre local llevó al S&P Merval a una caída del 4,3% en dólares, los bonos se desplomaron hasta un 4% y el riesgo país se acercó a los 1.600 puntos, evidenciando una desconfianza generalizada.
Javier Milei, sin dólares a la vista
Mientras Caputo y Milei prenden velas para que, el jueves, el FMI autorice el desembolso de 800 millones de dólares, sufren a su vez el trato de los locos. Los aplauden, los saludan y les palmean la espalda, pero en la realidad no se concreta nada.
El dólar es una buena muestra de ese comportamiento. A los números que ya comentamos en esta sección de CONINAGRO, se suma la información de CIARA (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) y CEC (Centro Exportador de Cereales) que muestran una caída del 38 % en las liquidaciones del sector agropecuario en el mes de mayo respecto al año pasado. Mientras, se siguen marcando records de venta de silos bolsa.
La situación no es distinta a la de tantos otros momentos de la Argentina en la relación del campo con el poder político. La diferencia está en la conducción de ese poder político que hoy está en manos de un grupo de sujetos que no están dispuestos a hacer política de construcción sino de destrucción.
Lo que como en el enigma del huevo o la gallina nos lleva a los primeros párrafos de este escrito por qué los inversores y mercados confiarían en un país que lo preside un personaje que les dice que nadie les pagará porque su misión es destruir el Estado.