“En el semáforo hay cosas en verde”, se esperanzó Guillermo Francos, sentado sobre el escenario del Alvear con de Puerto Madero. No era optimismo necio. Los empresarios que lo escuchaban coincidían con que el desplome de la economía había tocado un piso, con que el sobrestock de mercadería dolarizada que dejó el terror al fin del ciclo kirchnerista se acababa en los depósitos y con que el muy tenue movimiento de la actividad, incluso en la industria y en la construcción, era genuino.
“Somos empresarios; hay que arriesgar”, se animaban en los pasillos.
La forma de recuperación, en cambio, seguía en discusión, según se charlara con constructores, comerciantes o con industriales: no hubo consenso con la letra (V, U o L), o sea, con el modo del rebote. Esto –implícitamente– reafirmaba que cualquier mejora será heterogénea.
Pero la respuesta del jefe de Gabinete había llegado luego de dos preguntas incómodas sobre una misma palabra que condensaba varios miedos: Mercosur. Y los cuestionamientos llegaban en tiempos en que Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva se sacan chispas. No era casual. Los empresarios querían saber una sola cosa: en una economía que levanta y que todavía no desarmó el nudo de trabas, impuestos e ineficiencias tras 20 años de populismo, ¿parte de la recuperación se la llevarán los productos importados o todo seguirá quedando entre los viejos conocidos del bloque común de comercio?
Francos no dejó tranquilos a los hombres de negocios en su presentación en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp). Aseveró no sólo que el Mercosur debe ser mucho más abierto, sino que dejó la posibilidad de “abrirse individualmente”. LA NACION se acercó entonces a la mesa principal del salón en la que Francos charlaba con el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja.
“¿Qué quiso decir con abrirse individualmente?”, preguntó este medio al funcionario. “Tratados bilaterales, como los que tiene Chile”, dijo el jefe de los ministros. “¿Pero eso no rompe el Mercosur?”, se repreguntó. Funes tomó la posta. Dijo que existen algunos mecanismos específicos que permiten algunos tipos de acuerdos, incluso dentro del bloque regional. Un camino que exploró, crisis regional mediante, Uruguay.
Las terminales automotrices –interesadas siempre en ese vínculo– paraban la oreja. Habían tenido 24 horas antes un encuentro con el ministro de Economía, Luis Caputo. Entre los temas a debatir: las exportaciones. Y, más precisamente, el peso de los impuestos en las ventas al exterior. Un Peugeot 208 o Fiat Cronos criollos que se venden en otro país incluyen 23% de impuestos. Un Citroën que llega desde Brasil tiene 7% de impuestos. Desde México, 0%. Entre otras cosas que las terminales automotrices charlaron con Caputo en el Ministerio de Economía estuvo la eliminación del impuesto PAIS, que sería entre agosto y septiembre, les ratificó.
“Está perfecto que el Gobierno trabaje sobre la inflación y el tipo de cambio. Pero tiene que comenzar a mirar la herencia K de los últimos 20 años. La presión fiscal está enraizada en la cadena de valor, en la estructura de costos”, dijo un industrial en el lobby, al explicar los precios argentinos, el costo país. “Ahora es preciso encarar un proceso de eficientización como en los 90, que nos devuelva competitividad más allá del dólar”, agregó. Su temor era que el gobierno de Javier Milei llegara a esa meta sin un puente: o sea, que se abra la economía sin antes bajar los costos –impuestos, tasas de interés y mejora de infraestructura– para que las empresas locales puedan competir con los importados sin la cancha inclinada.
“Hay que dejar a la Argentina en condiciones competitivas”, dijo Eduardo Eurnekian, dueño de Corporación América, consultado sobre el proyecto de Milei. Esta vez fue cauto sobre su expupilo. Dijo que lo “ve bien” y avaló su proyecto de una Argentina potencia en 40 años esbozado en la Bolsa. Por las dudas, para evitar un nuevo exabrupto sobre la figura presidencial, sus asesores lo vigilaban de cerca.
“El tipo de cambio no está considerablemente atrasado. No están dadas las condiciones para devaluar”, afirmó el director de Celulosa, José Urtubey, que sí aceptó que podría haber hasta un 10% de encarecimiento real del tipo de cambio en el actual esquema. El salteño pidió un programa micro de articulación público privado que ponga el eje en el fortalecimiento de las cadenas productivas.
“Hay mucha ansiedad, pero hay optimismo”, dijo Funes de Rioja sobre el clima en el sector fabril. “Fondo se tocó”, afirmó sobre la actividad que representa, y agregó sobre el dólar: “Este modelo no se va a desmoronar por el dólar; se desmorona sin reactivación”. El titular de la UIA –que tuvo algunos problemas para pasar las vallas de seguridad en el acto de firma del Pacto de Mayo en Tucumán– volvió a pedir un RIGI (Régimen de Incentivos para Grandes Empresas) para pequeñas firmas argentinas.
“Tocamos piso, pero todavía falta”, afirmó Martín Cabrales. Contó que la venta de café crece gracias al frío, pero de manera desigual: más en el segmento más pudiente que en el menos. El mundo de la cerveza, en cambio, es un llanto, según un ejecutivo que había visto su pico en el verano –con calor– y ganas entre los argentinos de celebrar. Hoy, con frío, hay pocos motivos para el sabor del encuentro.
“El sobre stock está llegando a un límite. Comienza a haber reposición genuina. Huelo algo de optimismo”, aseguró un industrial sobre los meses que vienen, y aunque varios colegas habían admitido haber reducido personal en el primer trimestre. Fue la misma visión que confirmaban Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio) y Gustavo Weiss (Camarco) entre ellos. Gabbi, que había recibido a Milei 24 horas antes, no veía un dólar “atrasado”; Weiss veía la intención, aunque “sin plata” por parte del Gobierno, de comenzar a abrir el grifo de la obra pública, aunque sea desde las garantías de deuda o los fideicomisos propiamente provinciales.
“La Ley Bases fue un paso fundamental”, afirmó el presidente del Cicyp y número dos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Marcos Pereda, para presentar a Francos en el escenario. En un guiño oficial, dijo que, con más seguridad jurídica y competitividad, se va a “consolidar una economía liberal de mercado”.
Hizo entonces un mea culpa entre los empresarios: “De qué te sirve el mejor camarote si viajás en el Titanic”. Y pidió luego ponerse la camiseta en serio. Cerró entonces pidiendo “estrechar lazos con el Mercosur”.
El círculo rojo ya se retiraba del hotel en Puerto Madero. Al borde de la escalera que conectaba el salón principal con la salida, estaba empresario Gustavo Cinosi. “¿(Ariel) Lijo ya es miembro de la Corte?”, le preguntó LA NACION. “Me extraña, pensé que estabas mejor informado”, chicaneó el empresario, dando a entender con una mirada cómplice el encumbramiento del polémico juez.