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Las semillas de girasol contienen nutrientes fundamentales para el organismo que solemos pasar por alto. Aportan proteínas, carbohidratos, fibra, grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, además de vitaminas y, principalmente, minerales.
¿Qué representan esos aportes para el organismo? Uno de los minerales que aportan las semillas de girasol es el selenio, un elemento que queda fuera del radar de consumo en muchas dietas, pero es sumamente importante.
La tiroides, por ejemplo, requiere altas cantidades de selenio para funcionar de manera adecuada y garantizar la salud hormonal
El selenio, al igual que otros minerales y vitaminas que aportan las semillas de girasol, como el zinc, el cobre y la vitamina E, actúan como antioxidantes que reducen la inflamación y protegen al organismo frente a los radicales libres. La vitamina E, además, es la encargada de proteger la piel del daño que producen los rayos ultravioleta (UV).
Las semillas de girasol son un excelente snack que también puede ayudarte a reducir los niveles de colesterol porque aportan ácido linoleico, un ácido graso omega-6 que facilita la relajación de los vasos sanguíneos y contribuye a moderar el colesterol.
Un snack saludable
Las semillas de girasol se pueden comer«>comer solas, tostadas o crudas, como un fruto seco. Se pueden usar para decorar preparaciones, añadir a tartas o ensaladas y preparar snacks para consumir entre comidas.
Tener preparadas crackers de semillas de girasol para evitar alimentos ultraprocesados en el desayuno o entre comidas, es una solución saludable para tu cuerpo, te contamos cómo.
Ingredientes
Preparación
Procesar las almendras con el polvo de hornear y las semillas de girasol y chía, incorporar la sal, pimienta y el tomillo. Por otro lado, mezclar el queso con los huevos, el aceite y el agua y luego unir ambas preparaciones.
Como se trata de una masa muy frágil, es conveniente colocar un separador sobre la mesada, luego la mezcla de ambas preparaciones y otro separador arriba para poder así estirarla con un palo de amasar hasta que quede bien finita, de 3 milímetros de espesor.
Pasar a una placa para horno, cortar en cuadrados y cocinar en horno a baja temperatura durante 20 minutos. Dejar enfriar y guardar en contenedores herméticos, si se humedecen se vuelven a colocar unos minutos en el horno para que recuperen su textura crocante.
LA NACION