«Las personas condenadas por corrupción en segunda instancia no podrán presentarse como candidatos en elecciones nacionales», aseguró Javier Milei. Fue en marzo, durante su discurso para la apertura de las sesiones ordinarias de este año en el Congreso. Fue una promesa que entonces sorprendió. Cuando terminó de decir -o de leer- esa oración, desde las gradas atronaban los aplausos, que atareaban las manos de casi todos los presentes -opositores y dialoguistas- que ocupaban bancas y palcos. Entre ellos, la diputada Silvia Lospennato, del PRO, que impulsaba hace una década esa medida. Y que tomó lo dicho por Milei como un compromiso.
Las palabras presidenciales eran la síntesis exacta del proyecto de ley de Ficha Limpia, que parecía así una buena idea, acogida por un gobierno que, afirmaban sus representantes, vendría a combatir a la casta política. Pero este jueves, con las sesiones del Congreso llegando a su fin y con la ausencia de ocho diputados de La Libertad Avanza, la norma no consiguió quórum y perdió estado parlamentario.
De vuelta a aquel día de marzo. Las cámaras televisivas recorrían el tapiz parlamentario y, en su curso, se centraban en un primer plano de figuras de la gestión Milei. Se observaba la disposición de cinco figuras, en dos andariveles.
Encima, Manuel Adorni, vocero presidencial, y Sandra Pettovello, ministra de Capital Humano, aplaudían y sonreían. Debajo, Nicolás Posse, ahora ex jefe de Gabinete; Guillermo Francos, por entonces ministro del Interior (y quien luego sucedería a Posse), y Karina Milei, «El jefe», secretaria de Estado, aportaban palmas, pero con seriedad. Eran ellos, claro, quienes tendrían que lidiar con la casta.
Y siguió el Presidente, desde su púlpito, luego de que las manos del nuevo Congreso se cansaran de aplaudir. «Además, todo ex funcionario público con condena firme en segunda instancia por delitos de corrupción perderá automáticamente cualquier beneficio que tenga por haber sido funcionario».
Para esa segunda instancia de la promesa, el devenir pareció distinto. En el caso de Cristina Kirchner, ante su doble conforme de condena por la causa Vialidad, el gobierno de Javier Milei procedió a quitarle la jubilación de privilegio como expresidenta y la pensión extraordinaria como viuda del expresidente Néstor Kirchner.
Aplausos y más aplausos, y gritos a viva voz. Otra de las que celebraba el discurso presidencial era la diputada (entonces de la bancada oficialista) Lourdes Arrieta, que este jueves, en el marco del tratamiento de la ley Ficha Limpia, envuelta en llanto acusó, luego de no dar quórum, a los presentes y a los no presentes de ser todos unos hipócritas. Momentos más tarde, la iniciativa no reunió quórum necesario.
Y al perder estado parlamentario, el derrotero de la norma de transparencia política conocida como Ficha Limpia deberá empezar su camino de cero, otra vez.
«No aplaude, la casta no aplaude, la casta no aplaude«, cantaban militantes desde las gradas del parlamento, y algunos también agitaban los brazos, como si de una canción de cancha se tratara. Otros hacían con una mano el gesto de no, como anunciando que, al contrario de ellos, efectivamente la casta no aplaudiría. Algunos otros hacían señas. La agenda contra los corruptos no era un punto que se esperaba de Milei con tamaña contundencia.
Parecía un gesto directo al PRO y a Mauricio Macri, a quien desde entonces cortejaría como aliado aunque a tiro del desplante, milanesa tras milanesa.
También pasaba la cámara por el estrado en que estaban integrantes de la Corte Suprema de Justicia y otras altas esferas del Poder Judicial: tampoco se rendían ante la excitación del resto. Ricardo Lorenzetti, uno de los ministros de la Corte, por ejemplo, se resumía a observar los cánticos. Luego se erigiría propulsor de la candidatura oficialista de Ariel Lijo como par para el tribunal. Otro trámite en veremos.
Detrás del púlpito de Milei, serios estaban también Martín Menem, jefe de la Cámara de Diputados, y Victoria Villarruel, vicepresidente. El primero aplaudía, la segunda no. En la vanguardia, el Presidente miraba a las gradas con regocijo, y luego volvió su mirada al discurso que leía.
Seguía Mieli contra la casta, o lo que desde un principio su plataforma política señaló como tal: «Reduciremos drásticamente la cantidad de contratos para asesores de los diputados y senadores de la Nación. Ha sido una práctica común de la política que los representantes del pueblo armen pymes de 30 o 40 asesores cada uno y dilapiden los recursos de los argentinos».
«Afuera, afuera», respondían desde las bancas y palcos. Otros aplaudían. Y Milei seguía enumerando sus medidas del paquete de leyes «anticasta».
La diputada Lospennato debe haberlo recordado en la tarde de este jueves cuando, otra vez, vio caer el proyecto de ley, esta vez -por primera vez- con números para el apoyo prometido. «Elijo creer», se la escuchaba decir en la previa, dialoguista esperanzada con la palabra empeñada.
«Supongo que los corruptos van a estar festejando hoy«, bramó después la legisladora del PRO que, pese a las diferencias ideológicas tiene aún la consideración del Presidente. A su decepción se le sumaron las preguntas de Macri, desde las redes.
«¿Queremos o no queremos un país sin corrupción? ¿De verdad nos interesa que los corruptos condenados no puedan seguir ejerciendo cargos públicos o queremos simular y usar esa debilidad como un instrumento de presión en otras negociaciones? ¿A alguien le importa la corrupción o ya estamos resignados?», posteó el expresidente mientras los rumores de un pacto entre libertarios y kirchneristas intentaban ser acallados como «delirio» por las usinas oficiales.
DS