En una decisión esperada, pero no por eso libre de polémicas, el presidente Javier Milei firmó este martes el decreto que designa al juez federal Ariel Lijo y al académico Manuel García Mansilla como nuevos jueces de la Corte Suprema, una medida que abre dos nuevos frentes de batalla para la administración libertaria, uno en el Senado y otro en el máximo tribunal.
Milei envió los pliegos de Lijo y García Mansilla al Senado en marzo del año pasado para cubrir las vacantes que dejaron Elena Highton en 2021 y Juan Carlos Maqueda en diciembre en la Corte, pero la negociación para coneguir la mayoría de dos tercios -para la cual es clave la bancada peronista- nunca avanzó y la idea de nombrarlos por decreto tuvo idas y vueltas.
El Presidente resolvió finalmente ir por esa vía tras la reunión de Gabinete de este martes por la mañana, aunque hace varias semanas en la Casa Rosada advierten que para el 1 de marzo, cuando el mandatario vaya al Congreso a dar su discurso de apertura de sesiones, Lijo y García Mansilla «van a estar sentados como miembros de la Corte, de una forma o de otra».
Más allá del intento por mostrar fuerza pese a las resistencias políticas y tener a sus dos nominados sentados en el Congreso para la ceremonia, la razón por la que Milei avanza ahora con la designación por decreto es para poder argumentar que la Constitución Nacional lo habilita.
En su artículo 99 la carta magana señala que el Ejecutivo puede «llenar las vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado y que ocurran durante su receso». Para el Gobierno esto implica que Lijo y Mansilla pueden ser nombrados «en comisión» antes del 1 de marzo. Sin embargo, este argumento chocará con objeciones tanto en el Congreso como en la Justicia.
Javier Milei nombró por decreto a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla: la Corte, el primer frente de batalla
El primer frente de batalla que se abre con el decreto de Milei está en la propia Corte Suprema que hoy integran su presidente, Horacio Rosatti, su vice, Carlos Rosenkrantz, y el histórico Ricardo Lorenzetti, señalado como quien le llevó al influyente asesor presidencial Santiago Caputo la propuesta de nominar a Lijo.
Fuentes del Senado confirmaron a iProfesional que hasta la semana pasada el juez federal no quería saber nada con ser nombrado por decreto. En la Cámara alta conocen los detalles de la «rosca» en torno a la Corte no solo porque es allí donde deberá definirse tarde o temprano, sino porque Lijo se ocupó personalmente de buscar los votos para su nominación, aunque nunca llegó a conseguir los 48 que necesita.
Una de las cosas que inquietaba al juez federal es que desde la Corte Suprema trascendió que Rosatti no le tomaría juramento ni a él ni a García Mansilla si Milei los nombra por decreto, de la misma forma que Lorenzetti no los hizo jurar a él y a Rosenkrantz cuando Mauricio Macri los designó por decreto en 2015 y esperó a que el Senado aproobara los pliegos. En la Casa Rosada, sin embargo, se preparan para presionar al máximo tribunal: «No pueden hacer otra cosa más que tomarle juramento, no pueden negarse», señalaron fuentes del Ejecutivo tras anunciar el decreto.
Además, para acceder a la Corte Suprema Lijo debería renunciar a su juzgado y si Rosatti no le toma juramento podría quedarse sin nada. El juez federal aceptó finalmente la designación por decreto, que será publicado este miércoles en el Boletín Oficial. Sin embargo, fuentes al tanto del tema deslizaron a iProfesional que, hasta este martes por la tarde, el juez «no había presentado pedido de licencia ni renuncia».
El primer frente de batalla que se abre para el gobierno de Milei con el decreto es entonces en la Corte Suprema, donde Rosatti se resistiría a aceptar los nombramientos de Lijo y Mansilla si no tienen el acuerdo del Senado, no tanto por la cuestión institucional como por la fuerte pelea que mantiene con Lorenzetti.
Esa interna terminó de quedar expuesta en diciembre pasado, tras la salida de Maqueda, cuando Lorenzetti acusó a sus pares de tomar decisones administrativas «opacas, sin transparencia» y advirtió que desde que Milei prroopuso a Lijo y a García Mansilla se crearon en el máximo tribubalo «cantidades increíbles de oficinas sin sentido». La pelea es por la contrucción de una nueva mayoría dentro del tribunal.
¿Qué pasará en el Senado?: la pelea más dura para Milei tras el decreto sobre la Corte
El segundo frente de batalla que se abre para Milei está en el Senado. En el comunicado oficial de la decisión, el Gobierno anunció que «continuará con el trámite legislativo para que la Cámara alta ejerza sus atribuciones y preste los correspopndientes acuerdos a los pliegos».
Ocurre que, al ser nombrados «en comisión», Lijo y García Mansilla estarían en la Corte -si es que les toman juramento- hasta el 28 de noviembre, cuando concluye el nuevo año parlamentario, pero mientras tanto el Senado puede igualmente aprobar sus pliegos, como fue el caso de Rosatti y Rosenkrantz durante la gestión de Macri, o los rechace.
En ese marco, la bancada de Unión por la Patria advirtió a fines del año pasado que promoverán «el inmediato rechazo del pliego de cualquier persona que acepte ser designada como juez o jueza de la Corte ‘en comisión’», es decir, por decreto. Con 34 votos y varios senadores del PRO y algunos de las UCR que se rechazan especialmente la figura de Lijo, es posible que logren ese objetivo.
El argumento que presentan se apoya en el mismo artículo de la Constitución al que apela el Gobierno. La interpretación que hacen los senadores de Unión por la Patria es que ese apartado de la carta magna no aplica para los magistrados del máximo tribunal porque habla de «empleos», como son los del personal diplomático que también requiere aval del Senado, pero la Justicia es un poder independiente.
Sin embargo, aquí el oficialismo también se prepara para dar una fuerte discusión. En la Casa Rosada aseguran que si los pliegos fueran rechazados por el Senado igualmente Lijo y García Mansilla seguirán en sus puestos «hasta fin de año», pero en la Cámara alta entienden que el eventual rechazo de los pliegos los deja automáticamente afuera.