Gordon Gekko: La agenda del 2 de abril estaba superpoblada. No iba a ser fácil administrarla. No es que Trump se arrepienta, es muy temprano para eso. Y son sus ideas genuinas. Más que cancelar temas de la agenda -que pueden suspenderse hoy, pero retomarse más adelante- se trata de emprolijarla. Evitar el caos de las marchas y contramarchas…
G.G.: Es una cuestión de imagen, también. Pero, aun así, se va a seguir improvisando. Está en los genes. Solo que, de una manera más ordenada, quizás de a un tema por vez, como para adquirir además un mejor conocimiento de sus efectos concretos. El lunes, por caso, Trump trajo la novedad de un arancel de 25% para aquellos países que compren petróleo de Venezuela. Es un arancel “secundario”, condicional. Una innovación.
P.: ¿A quién apunta específicamente? ¿Quién le compraba petróleo a Venezuela, aparte de EEUU?
G.G.: China es el destinatario principal de la medida.
P.: Todos los aranceles que se anuncian y luego se aplican, las dos cosas juntas -o sea, los aranceles que no quedan en la nada- avanzan de lleno contra China.
G.G.: La confrontación estratégica con China es el leit motiv de toda esta revolución. A veces, salta a un primer plano, y se hace muy visible. Pero la preocupación siempre está presente, aunque sea en el trasfondo. Trump dice que impondrá aranceles sobre “autos, productos farmacéuticos, aluminio, acero” y aclara, todos productos que EEUU va a necesitar “en ocasión de una guerra u otros problemas”. Queda claro que el Canal de Panamá, Groenlandia, Canadá, están en el tapete, por las mismas razones. Por extraño que parezca. La seguridad nacional es la frase en código.
P.: Pero, a la par, los últimos días, se vio un presidente menos agresivo. Puede haber flexibilidad, dijo el viernes. Es más, “va a haber bastante flexibilidad” cuando se aplique el régimen de aranceles recíprocos. ¿Qué pasó con el Trump arrasador, que no admitía excepciones?
G.G.: Trump es un hombre de negocios. Y su especialidad es la negociación. Así que la rigidez, la inflexibilidad, el puñetazo sobre la mesa…Todo eso es solo el punto de partida.
P.: ¿Entramos ya en la segunda fase, la de la negociación abierta?
G.G.: No. Todavía hay que develar muchos planteos. El régimen de reciprocidad, lo que se va a hacer en sectores como autos, madera y productos farmacéuticos, el trato con la Unión Europea, el papel de la OTAN, el manejo de los organismos internacionales. ¿Seguirán disponibles las líneas de swaps cambiarios de la Fed? ¿Bajo qué condiciones? Es verdad que sí, se está negociando con China la suerte de Tik Tok. Desde antes de que asuma Trump. Y lo que avanzó rápido fue la discusión por el Canal de Panamá. Un grupo de inversores de EEUU liderado por Larry Fink de Blackrock cerró la compra de un conjunto de puertos que controla Hutchison, una firma de Hong Kong. Y ello incluye dos puertos en la zona del Canal. Está todo acordado, sería una solución para Trump, pero China presiona a Hutchison para que dé marcha atrás.
P.: ¿Cree que el presidente es consciente del daño que su política genera en términos de incertidumbre, pérdida de confianza dentro de EEUU y de reputación del país en el mundo? ¿O necesitará una recesión para darse cuenta?
G.G.: Scott Bessent, el secretario del Tesoro, no es un improvisado. Conoce los mercados de sobra, y su conexión con la economía, aunque no tiene experiencia en el gobierno. Bessent es el que le va a decir a Trump que afloje cuando vea la recesión de cerca.
P.: Les interesa evitarla, entonces. No son indiferentes.
G.G.: Desde ya, aunque no quieran admitirlo para darle más dureza al discurso. Dada la agenda áspera que resolvieron impulsar, tampoco creo que las consecuencias negativas sean una sorpresa. Es más, yo diría que uno esperaba una crisis cambiaria como contrapartida probable de la aplicación de aranceles por 20 puntos porcentuales extra a China.
P.: Hay guerra comercial y no hay guerra de monedas.
G.G.: Eso le da más espacio para repiquetear a la política arancelaria. La reacción de Europa -el súbito liderazgo alemán y la flamante coalición de la Unión Europea y Gran Bretaña para hacerse cargo de la autodefensa continental- opera en el mismo sentido. Veíamos un euro cayendo a la paridad con el dólar, y está 7% u 8% por arriba. En los papeles previos, se mencionó inclusive un Acuerdo de Mar a Lago -una especie de Acuerdo Plaza de 1985- para negociar que el resto del G7 impulse una expansión fiscal a cambio de frenar el súper dólar. Y no hizo falta. Alemania, o sea, Europa, ya revoleó los límites de su deuda pública. China está embarcada en un nuevo paquete de estímulo. Y lo tendrá que reforzar para alcanzar su objetivo de crecer 5%. Pero, sobre todo, el dólar no se recalentó nunca. Y tampoco hubo que ponerle una pistola en la cabeza a nadie para que compren bonos del Tesoro, y le pongan techo a la suba de las tasas largas. Es al revés.
P.: Eso no significa que todo esté saliendo bien y mejor que lo planeado. ¿O sí? La recesión instaló su silueta en todos los pronósticos. Las expectativas del consumidor, dice The Conference Board, ya se hundieron 15 puntos por debajo del umbral usual en una recesión.
G.G.: La confianza se destruyó. Y hay una desaceleración económica evidente. Pero, la data de marzo, la primera información de la actividad, repuntó. Es la mejor de lo que va del año, que no es decir demasiado, pero es alentadora. Si Trump no se empecina en romper todo, si va a ser flexible, como dijo; le va a quitar vigor a la expansión, le va a sumar unas décimas a la inflación, pero no debería empujarnos también a una recesión.
P.: Si se puede sortear la recesión, tal vez la Bolsa ya haya hecho un piso.
G.G.: De Trump depende. Cuando se calma, se nota claramente que el problema es él. Las instituciones y los hedge funds creen que es temprano para tomar más riesgos. Es el inversor minorista el que está comprando el dip, la agachada.