domingo, 25 mayo, 2025
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Chichí Ledesma: Nadie va a festejar una tribuna al Patio Olmos, lo que te mantiene es el fútbol

Hablar con Gregorio Raúl Ledesma es viajar en el tiempo mientras suena de fondo una banda sonora de película. Es recorrer “la época de antes y la de ahora” como él mismo dice, porque su vida acusa vestigios de barrio Müller, pero también reuniones con celebridades como Julia Roberts y Diego Maradona. Hasta el centenario de vida de Belgrano, “Chichí” fue el hombre que había estado “en las buenas y en las malas”, como dice la canción, atestiguando el ascenso de 1991 pero también la quiebra de 2001.

-¿Actualmente te retiraste de todo?
-Hago algunos negocios y administro propiedades, pero ya no estoy ligado al fútbol. Tengo 76 años y estoy bien. Uno tiene que acostumbrarse a la vida. Tengo siete hijos, la menor pronto cumplirá 15 años. ¿Y nietos? ¡Tengo un montonazo! Todos de Belgrano, sólo una nieta que es de Talleres.

-¿Te costó alejarte del fútbol?
-Yo no me alejé del fútbol, porque sigo viendo muchos partidos y tengo varios amigos con los cuales hablamos de todo. Lo que pasó fue que sufrí mucho la quiebra y haber sido señalado como culpable cuando sólo estuve seis meses…

-¿Te arrepentís?
No es lindo que uno se arrepienta de las cosas que hace porque significa que las hizo mal. Pero no tendría que haber vuelto porque mis amigos me lo anticiparon.

-¿Y por qué fuiste en contra de la corriente?
Porque, por otro lado, me decían que Belgrano estaba mal y que volviera. Sucedió que la jueza (la doctora Beatríz Mansilla) permitió que no se pagara la cuota de la convocatoria de acreedores durante cinco años y cuando retomé la conducción del Club, ingresó en la Ley de Salvataje (25.284) y quebró. Después, (Armando) Pérez me agarró de diablo a mí y, junto con algunos periodistas, le vendió a la gente que yo era un “sin vergüenza”. Se dijeron muchas mentiras y los primeros que inventaron fueron los periodistas.

-¿Cómo fue tu relación con el periodismo?
Me he llevado bien y mal. Podía pelearme, pero al otro día se me pasaba. Pero Pérez fue un vivo, nunca puso un peso e hizo negocios con la plata de los otros. Él tomó un club servido, sin deudas. Nosotros dejamos un montón de jugadores. Cuando nosotros entramos teníamos 150 juicios, 2000 socios y a la cancha iban 8000. Ahora dicen que Belgrano es un club en serio ¿Y antes no? ¡Cómo cambió el fútbol!

-¿Qué acciones tomaste cuando viste ese panorama?
-Es que yo estuve desde febrero hasta septiembre y no alcanzó para nada. La culpa de todo la tiene Schröder y Mentesana. El presidente y tesorero, respectivamente de la conducción del año 2000.

-¿Cómo fue la quiebra?
En realidad, la pidió el profesor López Marcel. Dijeron que había sido (Eddy) Carazas un jugador peruano, pero nada que ver. Belgrano entró en convocatoria de acreedores por un millón y medio de dólares y cuando retomamos nosotros eran 21. Una cosa ilógica. Hace poco mi hija más chica me dijo: “Papi, dicen que vos no le pagabas a los jugadores…”, mirá si no voy a pagar.

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-¿Perdiste imagen con la quiebra?
Imagen no. Perdí algo con la gente. El Club quebró y nos corrieron, pero el equipo quedó primero. Le ganamos 1 a 0 a San Lorenzo y yo fui el último que apagó la luz. Tuve que hacerme cargo de toda esta historia y todavía la gente piensa que lo hice a propósito. Aunque pienso que es lo mejor que le podría haber pasado a Belgrano. Porque de otra manera no hubiera podido salir de la situación en la que estaba.

-¿Crees que Pérez ordenó el club?
-Se ordenó solo porque había plata. La gente cree que Belgrano nació en el 2011 porque le ganó a River y no es así. El ascenso más fundamental fue el nuestro. En dos años llegamos a primera división con un equipo totalmente de Córdoba, sin plata, con juicios, todo en contra.

-¿Te dolió que Pérez te nombrara “persona no grata”?
-Yo te voy a explicar una cosa: eso no existe. Son mentiras. Para declarar a alguien persona no grata tiene que hacerse un juicio, publicar edictos, explicar los fundamentos… Para echar a un socio tenés que pasar por varios artilugios. Una asamblea, votar, citarlo… Tiene que hacer una cosa grave y cuando me investigaron no encontraron nada fraudulento. Yo soy una persona normal y tengo mi carnet al día.

-¿Artime está haciendo cosas bien?
Prácticamente no, porque nadie va a festejar una tribuna al Patio Olmos. Artime no puede presentarse más, porque ya tiene los dos períodos consecutivos. A mí me encanta cómo está la cancha, pero pienso que uno no puede hacerse una casa linda y no tener para la comida. Yo distribuiría un 70% del presupuesto para el equipo y el resto para las obras. Si creen que haciendo obras Belgrano está mejor… Para mí, el fútbol es lo que te mantiene.

-A vos deportivamente no te fue mal.
Yo fui uno de los presidentes a los que mejor le fue futbolísticamente. En mi época Talleres no nos ganó ningún partido. A mí siempre me interesó ganarle en la cancha. Si estaba mejor no me importaba, como tampoco quería que anduviese mal. Mi problema fue la plata, porque vendía jugadores en un millón de dólares y cobraba 400 mil. Me agarró el efecto tequila.

-¿Cómo es tu relación con Artime?
Con Artime éramos amigos hasta que se enojó porque dije que había ganado tanta plata en Belgrano. Y él ahora ve que no es fácil ser dirigente. Pero siempre tuve una buena relación con él. Hoy nos saludamos, pero ya no es como antes. A los partidos contra Talleres fui y estuve con él. Siempre les brindé mi apoyo a todos los jugadores. Yo lo traje como jugador y él ganó las elecciones porque Pérez no tendría que haberse presentado.

-¿Algunos jugadores se fueron enojados?
Muchos de los que hablaron no estaban en mi gestión. Un día le mandé una carta documento al juez Silvestre para que me identifique a los “fiesteros” porque había dicho: “se acabó la fiesta”. No había agua mineral, mirá si iba a haber fiesta…

-¿Llegaste a ser presidente porque costeaste un viaje en colectivo?
No, fue una de las tantas ayudas que di. Un día Belgrano jugaba contra Sportivo Italiano y el presidente de ese momento no tenía plata y dijo “bueno, que no jueguen”. Entonces yo puse la plata. Era otra época. Enfrente de la cancha vivía el locutor de Sebastián (cantante) y me insistió para que entrara en la comisión. La gente no sabe la plata que puse y las cosas que hice por Belgrano. Yo perdí cuatro casas y unas oficinas que tenía en Colón y General Paz porque le serví de garante al presidente Shroeder que no pagó una deuda del Banco Social. Después asumí en el ‘88, pero era socio desde el ‘80.

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-¿Es sacrificado dirigir un club?
En esa época sí, ahora es otra cosa. Antes, los sinsabores de la vida eran moneda corriente y en el fútbol pasaba lo mismo. Ascendía uno peleando con un montón de equipos fuertes, ahora suben 30, hay 28 copas (ríe). Cuando estábamos nosotros a la Libertadores entraba uno. Los miles que van a la cancha ahora ¿dónde estaban en la época mía?

-¿Se recaudaba poco?
Cuando más boletos vendimos fue en el ascenso y en la final con Quilmes. Fueron 22 mil, pero todos los partidos asistían 8 o diez mil. No era una base importante. ¡Ese era el total! Actualmente, Belgrano tiene 30 mil lugares venidos, antes no vendíamos nada. La televisión y la publicidad nos pagaban dos monedas. Coca-Cola, por ejemplo, nos daba diez cajones. No se compara. Teníamos que comprarles los botines y la ropa a los chicos de las divisiones inferiores porque de lo contrario los padres nos hacían un escándalo. Nos matábamos buscando predios para que entrenen. Ahora les cobran la indumentaria y un plus para jugar a la pelota, de esa manera evitás un gasto.

-¿Cómo era tu relación con la barra brava?

-Yo tenía buena relación con la barra. Nunca me insultaron ni amenazaron. Hay barras que son bravas, pero no hay que meter a todos en la misma bolsa. Controlarlos ahora es más fácil que antes, porque tenés cámaras por todos lados.

-¿En las finanzas del club se contemplaba una fracción para la barra?
¿Quién te dijo que no hubo eso? ¿Algún dirigente negó contemplar a las barras? No sé, eso queda a criterio del dirigente. O tal vez podés darle una ayuda de tu bolsillo, no solamente del club.

-¿Cuál fue tu mayor alegría con Belgrano?
El ascenso. Lo primero que dijeron fue que había tenido suerte. Pero el equipo era bueno. Nosotros ascendimos con un equipo de Córdoba. Hoy pienso que hay que salir a buscar más jugadores de la provincia. Lo armé consultándole a Julio, a la gente que conocía jugadores, a todo el mundo… porque no me quedaba sólo con mi opinión. Y después traje muchos jugadores que rindieron como los casos de Olaya, Blas Romero, Cardinales, Imboden, Grana, Capria. Ellos defendieron la camiseta de Belgrano en primera división. En mi presidencia nunca se descendió. Estuve a punto de traerlo a Mondragón, cuando estaba en Cali y al “Palomo” Usuriaga y no sé qué pasó. También traje a Leonardo Fabio Moreno, que después fue el 9 de su selección. Dezagastizabal, que le tenía fobia a los aviones y sólo viajaba vía terrestre. Ese era otro gasto aparte.

-¿Te sentís en deuda con el hincha de Belgrano?
No, porque al hincha le di lo más grande: un ascenso cuando Belgrano no era nadie. Sacando la quiebra, tendría un buen romance con el hincha. Si eso quiere tomarse como una deuda, puede ser. Pero uno, muchas veces por ayudar no se da cuenta de que mete la pata. Si yo no me hubiese presentado, ahora sería una gloria porque al único presidente que no olvidan es a mí.

-¿Cómo era el “Chichi” presidente?
Yo soy un tipo muy especial, muchos piensan que soy antisocial porque a vaces entro acá, agacho la cabeza y la gente dice “¿Qué le pasa?” Y no es porque yo sea agrandado, sino que me da vergüenza ser el centro de atención. Todos me tienen a mí como un pícaro bárbaro, porque me hago querer.

-¿Es verdad que entrabas a la AFA y le daba un beso en la frente a Julio Grondona?
(Ríe) Él me tenía cariño porque todos le llevaban problemas y yo me lo tomaba con humor. Yo no podía ser pretensioso en AFA representando a un club del interior, inclusive hoy los clubes de Córdoba no tienen mucha trascendencia a nivel país.

-¿Eras consciente de las condiciones como representante de un club del interior?
-Entre ellos, yo tenía que ser despierto porque en el comité ejecutivo había presidentes millonarios al lado mío. Para mí, Julio fue el mejor dirigente, era muy vivo ¿Vos te pensás que Grondona le iba a pedir a un árbitro que vaya para atrás? ¿Cómo hacés para decirle a un jugador que vaya para atrás? Hay más papitas que el papa. A mí nunca me pasó que algún referí viniera a hablarme por plata.

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-¿Pero los negocios existían?
Hay tipos que se hacen ver y dicen: “yo compré un referi”. Cuando yo entré al mundo del fútbol me decían: “hay que comprar a éste, hay que poner plata para los referi” y no es fácil.

-¿Estuviste en el mundial del ‘94 cuando la enfermera se llevó Diego?
No era la enfermera. Había un montón de mujeres vestidas iguales controlando que no se fumara en la tribuna. El presidente de Douglas Haig prendió un cigarro, vino una mina de blanco y se lo llevó, así como a Maradona.

-¿En qué otros mundiales estuviste?
Fui a cuatro mundiales. Italia ’90, cuando Diego tenía el pie hinchado, lo insultaban y él respondía. Yo soy maradoniano, lo veía al Diego dentro de cancha y se me ponía la piel de gallina, me emocionaba. Era un jugador que incentivaba a los demás a que fueran mejor, a cantar el himno. También fui a Francia ’98 y a Corea-Japón 2002.

-Estuviste con muchas personalidades reconocidas a nivel mundial.
Sí, y eso que en esa época no existía esto (señala su teléfono celular). Conocí a tres presidentes norteamericanos. Por ejemplo, estuve en la cancha con los dos Bush y con Colin Powell (militar y político estadounidense). En Arabia Saudita estuve con el rey en el palco de honor. Y del espectáculo a Xuxa, las Azúcar Moreno, José José, José Luis Perales, Olga Tañón, Marc Anthoni, Los Broncos. Con Sebastián una vez fuimos de gira por Venezuela, México, Los Ángeles y compartí un café con Julia Roberts, era jovencita cuando la conocí. En un hotel en Santo Domingo estábamos con Jean Carlos y la vimos a Jennifer López. A nivel nacional, a Menem lo conocí, pero no fuimos amigos porque yo no era menemista.

-¿Participaste del origen de Trulala?
-Yo era el productor artístico de Sebastián y Manolo (Cánovas) me buscó. Emeterio Farías, que también estaba en la sociedad, fue quien sugirió que el nuevo grupo debía llamarse Trulala, porque Manolo quería ponerle “Sucundin”. En ese momento, Sebastián era el mayor vendedor de discos y aprovechamos para llevar a Trula a la BMG. Le dimos una mano en el ‘84, estaba Marito (Gutiérrez) y después se sumó Gary.

-¿“Chichi”, extrañas el poder?
La gente pensaba que a mí me gustaba el poder, pero no. El poder se ejerce y es algo que te lo prestan por un ratito y uno tiene que ser consciente de que no es suyo. Yo debo ser el único o el último presidente que anda tranquilo en la calle. Otros presidentes tienen miedo al igual que algunos jugadores que viven en los country y no salen.

-¿Tenés enemigos?
No le debo nada a nadie, pero eso no quiere decir que no tenga. Quizás tengo enemigos y no lo sé. Tal vez haya gente que no me quiere.

-¿Con el cuarteto pasaba lo mismo que con el fútbol?
-Ahora hay mucha publicidad, medios de comunicación, antes había dos o tres y la televisión no difundía. El cuarteto entró a nuevos lugares como por ejemplo a boliches, algo impensado para la época de antes.

-¿Antes el público era de otro sector social?
No. Lo hacían así. Le vendían a la gente que el cuarteto era malo y en realidad uno es malo, cuando se porta mal. Yo soy de barrio Müller y estoy orgulloso, es una satisfacción venir de un barrio humilde y llegar hasta donde llegué. Con el cuarteto ya le ganamos a la sociedad. En la época de la dictadura se prohibía. ¿Ahora todos quieren bailar cuarteto? Es mentira que a la gente no le gusta. A las 2 de la mañana se emborrachan, se sacan el saco, la corbata y se ponen a bailar. Es una conquista que los chicos de ahora lleven el cuarteto a todos lados.

-¿Cómo sos con tus nietos?
Ninguno me dice abuelo, me llaman “Chichi”. Por mi personalidad, soy “Chichi” para toda la familia. Uno siempre quiere lo mejor para los nietos y los hijos. Lo demás, queda a criterio de ellos. Yo podría haber sido cualquier cosa en la vida, pero Dios me ayudó y me dio la oportunidad de ser otra cosa. Nunca tomé drogas ni fumé, ni jugué con los naipes, nada. Hoy, lo único que me gusta es ver fútbol y boxeo, un poco. Tampoco me gusta ostentar.

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