Las diferencias entre perros y gatos van más allá del vínculo emocional con sus dueños, sus personalidades o sus comportamientos. La ciencia descubrió recientemente que una de las conductas más distintas que tienen se encuentra en su forma de alimentarse y la clave está en la conformación del ADN de cada especie.
Investigaciones recientes analizaron la genética de ambos animales y revelaron que los gatos no tienen un gen fundamental para detectar el sabor dulce. En contraste, los perros sí pueden percibir ese sabor y también disfrutan del umami, lo que les permite tener un paladar más amplio y menos exigente.
A primera vista podría parecer una simple cuestión de actitud, donde los perros se abalanzan sobre la comida y los gatos parecen más refinados, pero los estudios muestran que las preferencias alimentarias de felinos y caninos están profundamente determinadas por su biología, especialmente por su genética y requerimientos nutricionales.
Uno de los descubrimientos más llamativos es que los gatos, al no poder percibir lo dulce, tienen una mayor atracción por sabores como el del pescado, especialmente los de agua salada, que encaja con su dieta natural basada en proteínas animales. Esto se debe a que son carnívoros estrictos, lo que los convierte en comensales muy selectivos.
Su organismo está diseñado para obtener nutrientes esenciales únicamente a partir de proteínas animales. Necesitan componentes específicos como la taurina, el ácido araquidónico y la vitamina A, los cuales no pueden sintetizar por sí mismos y deben obtener directamente de la carne.
En general, son animales muy selectivos con lo que comen, suelen rechazar lo que no les resulta natural o familiar, y prefieren comer porciones pequeñas a lo largo del día, en ambientes tranquilos. A lo largo de la historia, su proceso de domesticación fue más sutil y menos dependiente del ser humano, lo que explica por qué los gatos conservan muchas conductas de sus ancestros salvajes.
En cambio, los perros, que son omnívoros, tienen un sistema digestivo y sensorial preparado para una dieta más variada que incluye carne, vegetales y cereales. Esto explica por qué suelen comer de todo y con gran entusiasmo, sin hacer distinciones.
La cercanía con los humanos influyó directamente en su biología: su sistema digestivo evolucionó para procesar no solo carne, sino también almidones y plantas que formaban parte de la alimentación humana
A diferencia de los gatos, los perros tienen una mayor predisposición a aceptar distintos tipos de comida. Esta capacidad se refleja en su comportamiento: suelen comer rápidamente, en grandes cantidades y sin demasiadas exigencias, lo que también los hace más propensos a ingerir alimentos no adecuados si no se controla su dieta.
En resumen, mientras que los gatos son comedores exigentes por necesidad biológica y requieren una dieta basada casi exclusivamente en proteínas animales, los perros tienen un paladar más amplio, son menos selectivos y pueden adaptarse a una dieta más variada. Estas diferencias no solo influyen en cómo comen, sino también en qué necesitan para mantenerse sanos. Por eso, siempre hay que buscar la opinión de un experto veterinario para armarles un plan de alimentación que cubra todos sus requerimientos.