sábado, 21 junio, 2025
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Falacia intertemporal de Milei y tensión con Caputo

Los ministros de Economía son siempre y en todos los casos fusibles de los presidentes. Aún aquellos importantes y con éxito como sucedió con Cavallo con Menem y Lavagna con Néstor Kirchner. Más aún cuando los planes económicos no son tan duraderos y se desgastan o cumplen su objetivo limitado a algo particular. Y en el caso de Caputo con Milei con el agravante de que el Presidente es antes que nada economista.

Ayer el periodista Marcelo Bonelli contó en su columna de Clarín una discusión entre ambos, porque Milei insiste en llevar el dólar al piso de banda frente a su ministro de Economía quien, más pragmático, consideraría más adecuado un valor intermedio. El dólar a mil luce como un potente eslógan equivalente al “uno a uno” de los noventa, que de alguna manera cumple simbólicamente y en parte la promesa electoral de Milei de dolarizar: cuanto más barato sea el dólar, mayores son los salarios en dólares de los votantes aunque las paritarias sean cero o uno por ciento de aumento, independientemente de qué sea lo que luego se pueda comprar con esa cantidad de dólares en el mercado interno.

La mayoría de los economistas pronostican para después de las elecciones una corrección del tipo de cambio (devaluación) junto a la finalización de las restricciones cambiarias que aún mantiene el cepo actual (su verdadera finalización). Lo hacen desde la lógica del sentido común, pero no se podría descartar, como ya sucedió en otras oportunidades históricas, el enamoramiento de un Presidente con la herramienta que le permitió triunfar redoblando la apuesta. E hipotetizar sobre si el verdadero ministro de Economía actual no es el propio Milei y Caputo su secretario de Hacienda, apenas encargado de las finanzas.

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Mile dejó claro en la columna que escribió hace algunas semanas en el portal Infobae que no le preocupa el déficit de cuenta corriente en dólares, lo que se traduce como importaciones por el ascensor: más 30% y exportaciones por la escalera: más 5% respecto de hace un año en ambos casos, o en el hecho de que se consuman tantos dólares en turismo al exterior y tarjeta como las exportaciones que genera Vaca Muerta. Esto escribió Milei:

“Pensar una estrategia de crecimiento liderado por las exportaciones tampoco tiene sentido, ya que implica exportar ahorro y por ende menos inversión (a pesar de los llorones del déficit de cuenta corriente, el cual sólo es malo si es fruto del desequilibrio fiscal y no de la decisión privada).

“Vamos camino a un peso más apreciado, lo cual no debería ser motivo de preocupación, ya que las divisas que ingresen por dichos sectores se volcarán en el sector no transable de la economía (esto es, servicios), donde no sólo dicho sector es más intensivo en mano de obra, sino que, además la velocidad de creación de dichos puestos de trabajo es mucho más elevada”.

Como en 2023 la palabra dólar es el mantra de la campaña electoral de este octubre

Aunque no haya déficit fiscal (como sí hubo en la Convertibilidad con Menem), no es cierto que la economía argentina pueda mantener un déficit de cuenta corriente de mil millones de dólares mensuales, por ejemplo, sin que sea malo solo porque se trate de una decisión entre privados, como sostiene Milei.

Siempre que se usen eficientemente los fondos, un déficit de cuenta corriente permite invertir más que el ahorro interno. Pero no es lo mismo que se genere porque las empresas tomen préstamos para comprar maquinarias o inversiones productivas, que impulsarán el crecimiento futuro y además resulte transitorio, a que se produzca por mayor consumo de bienes suntuarios continuamente.

Y aun en el caso virtuoso depende de la solidez financiera del país y sus instituciones: Chile tuvo déficit de cuenta corriente financiado por inversión extranjera directa en minería, hace más de una década sin inconvenientes, mientras que en Turquía los déficit de cuenta corriente entre privados financiados a corto plazo terminaron en devaluación. O España en 2007 cuando tenía un déficit de cuenta corriente equivalente al 17% de su producto bruto, y aún con superávit fiscal al estallar la crisis de las hipotecas lo pagó con una profunda recesión y desempleo de más del 20% de su población.

El título de esta columna toma una palabra relevante para la escuela austríaca y a la que Milei apela recurrentemente: intertemporal. Desde su perspectiva la estafa de los Estados y sus gobiernos es tomar decisiones que tendrán que pagar las futuras generaciones: endeudándose, por ejemplo. Incluso los libertarios están en contra de las Constituciones porque fueron un pacto social hecho por una generación que condiciona a las subsiguientes con pocas posibilidades de modificarla.

La intertemporalidad no solo es cuestionable cuando se consume futuro de las próximas generaciones, sino cuando se consume el capital acumulado por las generaciones anteriores, por ejemplo, la obra pública con la cual este gobierno alcanza un superávit fiscal al dejar de invertir. La falacia intertemporal de Milei se da en las dos dimensiones: logra superávit fiscal consumiendo stock de infraestructura sin reponer y logra superávit financiero al endeudarse sin devengar el creciente pago de intereses que capitaliza como más deuda.

Un axioma de los economistas es “flujo mata stock”, no importa cuán grande sea el stock (pasado) si el flujo (futuro) es negativo se terminará consumiendo el stock, el mejor ejemplo son las herencias si los herederos no agregan nuevas riquezas.

Milei quiere un dólar barato como estrategia política. Al igual que en 2023 la palabra dólar vuelve a ser el mantra de la campaña electoral de octubre: hacer más accesible al dólar en cualquiera de sus formas. Ricardo Arriazu explicaba su parcial optimismo en que esta vez era Milei quien cuando venía Caputo y le presentaba un presupuesto con equis cantidad de gasto, él le pedía que lo bajara y no al revés, como con todos los presidentes con sus ministros de Economía. Quizás esta vez el problema es otro, no el déficit fiscal sino el de cuenta corriente, que cuando va el ministro de Economía al Presidente a contarle la política cambiaria el Presidente le pida que baje aún más el dólar.

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