domingo, 29 junio, 2025
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28J. Día Internacional del Orgullo: Antistemas y antifascistas

 Continuar el legado de Stonewall hoy.

El Día Internacional del Orgullo se conmemora el aniversario de una rebelión popular que fue el puntapié para cambiar la historia y marca el inicio de la enorme lucha de los derechos por la diversidad. 56 años después seguimos el legado y peleamos por la igualdad real.

Todo empezó un 28 de junio de 1969 en el barrio Greenwich Village de Nueva York con dos travas trabajadoras sexuales y una lesbiana a la cabeza: Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y Stormé DeLarverie. Por esos años atreverse a desafiar aunque sea un poco los límites impuestos por la heteronorma todavía era ilegal en la mayoría de Estados Unidos. Es en ese contexto que el bar Stonewall Inn se convirtió en un refugio para las disidencias frente a la discriminación y estigmatización de una sociedad que nos criminalizaba y nos creía enfermxs.

Construir estos espacios de resistencia está en el ADN de nuestra comunidad en todas las latitudes. Aquellos mundos del revés donde las normas de disciplinamiento quedaban en la puerta. Así lo supo ser el “Sótano de San Telmo” de Martha Ferro, periodista y poeta lesbiana, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor del MST, durante la dictadura cívico, eclesiástica, empresarial, imperialista y militar en Argentina. En 1969, Martha vivía en la Nueva York de Stonewall. Ligada a los sectores de la comunidad LGBTI+ que se organizaron tras la rebelión, fue en el periódico “Come Out!” del Frente de Liberación Homosexual de Estados Unidos que publicaría el poema Ovario Uno. Recuperando esa experiencia volvería a la Argentina a organizarse en el PST, entendiendo la pelea por la liberación de nuestra clase, de los pueblos y de nuestras identidades como una sola. El de Carlos Jaúregui fue un camino similar, tras recorrer el mundo, impulsó en nuestro país la lucha por los derechos civiles y políticos de nuestro colectivo. Carlos entendió que nuestra lucha estaba íntimamente ligada a la lucha de las madres y abuelas por los derechos humanos.

En nuestro país si bien el Orgullo se celebra del 28J, en los últimos años la fecha se ha vuelto clave para visibilizar los trans travesticidios y los crímenes de odio hacia el colectivo trans. De hecho, en el día de ayer se realizó un festival en conmemoración a Sofia Fernández, joven trans asesinada por la policía en una comisaría.

La redada

Un 28 de junio hace 56 años nueve agentes de la policía neoyorkina irrumpieron en el bar Stonewall Inn y empezaron a registrar agresivamente a lxs clientes del bar. Estas razzias y la violencia con la que se desempeñaban eran moneda corriente. El procedimiento usualmente consistía en poner en fila a lxs clientes, revisar su documentación y que policías mujeres llevaran a las compañeras trans, travestis y drags al baño para comprobar “su sexo” y arrestar a cualquiera que llevara ropa que no se condiciera con su genitalidad. Pero esta vez la redada no sucedió como esperaban. Esa noche Marsha y Sylvia, hartas de los constantes avasallamientos y detenciones, dijeron basta y se enfrentaron a la policía. Eso generó un efecto dominó. El resto de lxs presentes comenzaron a negarse a mostrar su identificación. Fue entonces que los agentes decidieron llevar a todxs a la comisaría y separar a las travas en un cuarto en la parte de atrás del bar. Quienes tuvieron la suerte de quedar en libertad fueron echadxs a la calle pero no despejaron el lugar como era normal. En la puerta del Stonewall Inn se  concentró una multitud que observaba de cerca los acontecimientos. A los pocos minutos entre 100 y 150 personas se habían congregado en el lugar. Algunxs habían salido del bar y otrxs se habían acercado al ver los patrulleros y la muchedumbre. Cuando metían por la fuerza a Stormé a patrulla, luego de resistirse y por ello recibir un golpe en la cabeza, les gritó a quienes miraban pasivamente: “¿Por qué no hacen nada?”. El resto fue historia.

La multitud reaccionó y de conjunto salió a defender a quienes todavía estaban dentro del local. Volaron todo tipo de objetos contra la policía obligándolos a pedir refuerzos y a atrincherarse en el local. El saldo de detenciones fue abismal pero la movilización en las calles y hacia la puerta de las comisarías no paró de crecer. Eran años de sometimiento que no estábamos dispuestxs a seguir tolerando. Durante cuatro días, centenares de disidencias, negrxs, latinxs y trabajadoras sexuales enfrentaron la represión, forzando a la policía a replegarse. Stonewall no fue un desfile: fue un levantamiento contra el odio institucional.

Libertad contra el sistema.

El orígen del Día del Orgullo fue profundamente antisistema y antirepresivo. Corrían los años 70’, fuertes luchas sociales y un giro a izquierda en el mundo. Nació en el corazón del imperialismo y estaba impregnado por el perfume del Mayo Francés, la Primavera de Praga, la rebelión estudiantil y masacre de Tlatelolco en México, el Cordobazo argentino, el movimiento anti-bélico contra la guerra de Vietnam y el movimiento negro que peleaba por derechos civiles y el fin del racismo en un país que se profesaba “la cuna de la libertad”. Nos debemos a nosotrxs mismxs recuperar esa tradición de lucha.

Hoy en Argentina, nuevamente en nombre de la libertad, los discursos de odio y las políticas del gobierno de Milei se cobran nuestras vidas. Hace un año culminaron en el triple lesbicidio de Barracas. Año a año, debido al desmantelamiento de políticas públicas y el impacto de los discursos de odio, la cifra de crímenes de odio aumenta en nuestro país. Según el Observatorio de Crímenes de Odio en 2024 se registraron 140 casos. El 64% corresponde a mujeres trans, el 23% a varones gays, el 8% a lesbianas, el 4% a varones trans y el 1% restante a personas no binarias. Por ellxs seguimos movilizándonos y reclamando justicia. Es urgente que se reconozca en las carátulas de todas las causas el agravante por crímen de odio.

Orgullo internacionalista: Budapest desafía al autoritarismo.

Estos discursos y campañas “anti-woke” y “anti ideología de género” son una característica común de las nuevas ultraderechas alrededor del mundo. Trump en Estados Unidos, Meloni en Italia, Vox en España son ejemplos de que Milei no es el único dando “la batalla cultural” y disputando la conciencia de miles de trabajadores para generar un enemigo interno. Necesitan consolidar una base social reaccionaria y movilizada que pelee por abajo los planes económicos de ajuste y exclusión que ellos transan por arriba.

Sin embargo, a pesar de que estos fachos intenten avanzar contra nuestras vidas, las disidencias del mundo retoman el camino de Stonewall. Hoy mismo, más de 200.000 personas marcharon por las calles de Budapest, capital de Hungría, desafiando una prohibición oficial impuesta por el gobierno ultraderechista de Viktor Orbán. Desde 2021, el régimen húngaro prohíbe la difusión de “contenidos LGBTI+” en espacios públicos, escuelas o medios, bajo una ley que equipara las identidades disidentes con “propaganda sexual” que debe ser censurada. Esta legislación criminaliza la visibilidad LGBTI+ y ha sido usada para reprimir actividades culturales, educativas y manifestaciones, con amenazas de multas, vigilancia estatal, reconocimiento facial y sanciones penales. A pesar de todo eso, el colectivo LGBT húngaro, junto a organizaciones sociales, estudiantiles y activistas feministas, logró organizar la marcha más grande del país hasta el momento.

Con genocidio, no hay argullo.

Mención aparte merece el Estado genocida de Israel. Mientras mantiene un régimen colonial y de apartheid sobre el pueblo palestino, y mientras bombardea escuelas, hospitales, refugios y campos de refugiadxs, promueve internacionalmente el “Pride de Tel Aviv” como una vidriera de tolerancia, diversidad y modernidad. El famoso pinkwashing. El gobierno israelí financió viajes de activistas, artistas y periodistas LGBTIQ+ de América Latina para participar en eventos oficiales, con el objetivo de limpiar su imagen ante las denuncias de genocidio. Sin embargo, organizaciones y colectivas LGBTI+ de más de 12 países latinoamericanos alzaron su voz en un pronunciamiento conjunto, denunciando esta estrategia de encubrimiento y retirando su participación.

La política de Israel es retratar a los palestinos como retrógrados y merecedores de la opresión, para crear una superioridad colonial que justifica más violencia. Pero nuestro colectivo no se deja engañar. No hay orgullo en el genocidio. No hay orgullo en la ocupación. No hay orgullo en los ataques de Israel a Palestina, Irán ni el Líbano. Nuestro Orgullo no es neutral. Es internacionalista, anticolonial y solidario con todas las luchas contra la opresión. No permitiremos que se utilicen nuestras banderas para encubrir masacres. Es por eso que desde las disidencias del cono sur, en Marcha del Orgullo de este año, a propuesta nuestras levantaremos bien alto la bandera por una Palestina libre en repudio al genocidio.

Anti fascista y anti sistema.

Reafirmamos que el orgullo no es una celebración vacía ni una fecha para la mercantilización del deseo. El orgullo es memoria y es denuncia. Orgullo es decir que también hubo maricas, lesbianas, travestis y trans entre lxs 30.400 desaparecidxs de la última dictadura. Que nuestras existencias fueron, son y serán políticas. Que todo derecho conquistado –matrimonio igualitario, ESI, aborto legal, reconocimiento de nuestra identidad, cupo laboral trans, DNI no binario– fue arrancado con lucha colectiva, no con benevolencia institucional. Y que esos derechos siguen hoy en disputa. Todavía nos queda mucho por conquistar, como la Ley Antidiscriminatoria y la Ley Integral Trans, los derechos reales más allá de los legales y el presupuesto para que esas leyes no sean papel mojado.

La heteronorma no actúa sola: se sostiene con leyes, con policías, con diagnósticos médicos, con discursos religiosos, con silencios judiciales y con complicidades políticas. Las iglesias, tanto católicas como evangélicas, han sido desde siempre cómplices activas de la persecución a nuestras existencias. Sostuvieron terapias de conversión, impulsaron campañas de odio, impidieron derechos, justificaron dictaduras y hoy promueven el fundamentalismo en escuelas, hospitales y medios de comunicación. No hay orgullo posible sin la denuncia explícita del rol que jugaron –y juegan– las iglesias en nuestra opresión.

Debemos ser conscientes de que en este sistema capitalista todo derecho conquistado está siempre en riesgo. Basta tan solo una crisis para que la clase dominante busque recuperar su ganancia y recurra a los métodos más feroces del capitalismo: aumentar la explotación, la precarización de la calidad de vida e incluso, a través de los gobiernos que son sus títeres, impulsar beneficios para ellos y recortes para nosotrxs. Es una pulseada permanente.

Es por eso que, trazando un hilo rojísimo con lxs rebeldes de Stonewall, construimos colectivamente un orgullo que es político y radicalmente antisistema. Porque capitalismo, patriarcado y heteronorma son inseparables: tres patas de un mismo sistema de explotación, opresión, desigualdad y violencias. Solo peleando por tirarlo a la mierda es que vamos a poder construir una sociedad más justa e igualitaria, socialista, para todes. Volvemos a gritar: orgullo es lucha, orgullo es memoria, orgullo es revolución.

Belén Gutierrez y Micaela Escobar.

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