Dos casas históricas, de más de un siglo de vida, abandonadas y con riesgo de desaparecer. A menos de diez cuadras de distancia, en San Cristóbal y en Constitución, la Casa Anda del arquitecto Virginio Colombo y la casa de renta de Carlos Bianchi, escultor de la Casa Rosada, luchan por sobrevivir. La primera, cuyo interior guarda mitos oscuros, subsiste en la altura, derruida, entre comercios, edificios y pedidos de demolición. En la segunda, con un tesoro de cerámicas belgas, ya cuelga un cartel que anuncia un nuevo proyecto inmobiliario.
Leandro Anda, dueño de Calzados Anda, mandó a construir en 1913 una casa en la actual avenida Entre Ríos al 1081. Se lo encargó al mismo arquitecto de su fábrica, ubicada a sólo tres cuadras de la casa: el milanés Virginio Colombo, de más de cincuenta trabajos Art Noveau en la Ciudad de Buenos Aires. El resultado fue un edificio de tres cuerpos y tres plantas, la primera dedicada al local de venta, las otras dos a residencias con vitrales, balcones, ventanales y un almohadillado arquitectónico rústico en la fachada.
Ninguno de los dos preveía que, años después, la Casa Anda pasaría a ser conocida en el barrio como la casa del ahorcado. La historia cuenta que, hacia mediados de la década del ’20, un matrimonio italiano se mudó a vivir allí; que sus hijos, mellizos, se enamoraron de una misma muchacha del edificio; que uno de ellos logró besarla y que el otro, una noche de lluvia, lo ahorcó para matarlo y luego quitarse la vida en la terraza de la casa. Las noches de lluvia, dirían los vecinos durante las décadas posteriores, el espíritu del ahorcado aparecería en el mirador del edificio.
Cien años después, lejos de los mitos, exhibe su lado tétrico pero por otras razones: abandonada, derruida, con los vidrios rotos y los detalles desgastados, le crecen plantas entre las columnas, los techos y los balcones de la fachada. Se erige como desde otro tiempo entre locales grises, fríos, casas de comida o de accesorios. Enfrente, en irónico espejo, una mole de doce pisos uniformes le tapa el sol. La casa entró en la agenda de la Legislatura porteña a mediados de julio cuando la diputada de La Libertad Avanza (LLA), María del Pilar Ramírez, presentó un proyecto para descatalogarla como paso previo a su demolición.
Es que la obra de Colombo está catalogada con «nivel de protección cautelar» por el Código Urbanístico, lo que implica que, para hacer cualquier intervención, debe ser previamente descatalogada. La legisladora se ampara en el supuesto peligro de derrumbe del lugar. En su proyecto recurre a un dictamen de un perito oficial en el marco de la causa por la situación del edificio, que corre en el Juzgado Nacional en lo Civil N°30. El perito, cita Ramírez, describe al estado del inmueble como «ruinoso» y advierte sobre un riesgo de derrumbe.
La noticia despertó las alarmas de los vecinos y vecinas del barrio que vienen peleando por el rescate del inmueble encabezados por la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal. No desconocen el nivel de abandono del lugar. «Cuando el deterioro fue evidente, pese a los reclamos y pedidos de las organizaciones comunitarias y vecinales del barrio, que año tras año informaron, pidieron, gritaron, solicitaron e hicieron propuestas para su revalorización, nada pasó. La desidia está evidenciada en el deterioro de esta obra patrimonial», advierten en un comunicado.
Pero antes de la fácil solución de la demolición, proponen otro camino: «La comunidad del barrio de San Cristóbal quiere revalorizar esta gran obra y si hay gestión gubernamental hasta darle un sentido comunitario«, sostienen. Piensan en transformar el inmueble, de dueños privados, en un edificio con fines culturales. Para ello dieron un primer paso al reunirse el pasado 9 de agosto en una reunión en la Legislatura de la que también participaron diputados y miembros de otras organizaciones como el Observatorio del Derecho a la Ciudad (ODC).
En el encuentro se analizaron estrategias para defender la casa y el proyecto de los vecinos y vecinas. Desde el ODC, en tanto, advirtieron que «destruir o alterar este tipo de edificaciones sería perder una parte irreemplazable de nuestra memoria colectiva, privando a las futuras generaciones de la posibilidad de conocer y apreciar la diversidad estilística que ha dado forma a nuestra identidad«.
Pero la Casa Anda no está sola en su lucha por sobrevivir. A sólo ocho cuadras, en Solís al 1800, ya en el barrio de Constitución, una casa de renta del arquitecto Carlos Bianchi, también italiano radicado en Buenos Aires hasta su muerte en 1912, enfrenta una situación similar. El «descubrimiento» fue obra de especialistas y vecinos del barrio, y el investigador en arquitectura, Alejandro Machado, lo publicó en sus redes sociales: la casa cuenta en su fachada con cuatro paños de cerámica esmaltada belga de 42 piezas cada una, con figuras femeninas con inspiración en los diseños del checo Alfons Mucha.
Las obras conforman una serie sobre las cuatro estaciones y están ubicadas encima de las ventanas del primer piso de la casa de Bianchi, autor, entre otras obras, del conjunto escultórico Las Artes y el Trabajo que corona la fachada este de la Casa Rosada, hacia el Río de la Plata. Bianchi tenía su taller a pocas cuadras de la casa de Solís. Ahora, a través de la gestión de la preservacionista Andrea García, cuenta Machado, las cerámicas fueron identificadas por el especialista belga Mario Baeck como provenientes de la Casa Helman Céramique de Bruselas. «Necesitamos preservar estos paneles de este terreno ya vendido y a punto de ser desarrollado», advierte el investigador.
A principios de julio fueron desalojadas del lugar alrededor de 30 familias que vivieron allí durante los últimos años y que ya habían resistido otros desalojos en reclamo de soluciones habitacionales. Desde entonces las ventanas están tapiadas con ladrillos. A diferencia de la Casa Anda, el estado de deterioro del inmueble de Bianchi no es tan grave, por lo que su recuperación sería más sencilla que en el caso de la obra de Colombo. Su destino, sin embargo, parece estar definido. Sobre las rejas del balcón derecho, un cartel ya anuncia: «Próximamente, Solís 1835, unidades de 1 y 2 ambientes». Tal vez los cerámicos, al menos, puedan salvarse.