viernes, 4 octubre, 2024
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La educación pública no se toca

La Revolución Universitaria de 1918 mostró a la humanidad que mientras Europa se destruía en una guerra mundial, en Argentina, en lugar de armas, se blandían la pluma y la palabra como base de construcción social.

Marcha mendoza universitarios, profesores, educación libre y gratuita

Foto: Cristian Lozano

El cambio de paradigma que se crearon los propios estudiantes, para consagrar la autonomía, el cogobierno o la accesibilidad para todos a la educación universitaria, tuvo raíces tan profundas, que, desde entonces, ningún gobernante se animó a horadar esas premisas.

El saber se abrió camino al diálogo con los actores de la sociedad, desde los productivos, a los gubernamentales, sin dejar de lado los culturales.

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Y contagiamos a Latinoamérica con esas premisas; le dimos esperanza a las clases sociales que soñaban con la evolución de su prole. Ver a un hijo convertido en médico, abogado, ingeniero, arquitecto, ya no era cuestión de élites ni castas.

Ese gran logro tiene un sustento: El Estado. Es que hay que decirlo de una vez: la pretensión de los libertarios de aniquilar a ese gran enemigo, contra quien despotrican permanentemente, no necesariamente tiene fundamentos incuestionables. Porque solventar desde las arcas públicas el desarrollo educativo de un estudiante, tiene frutos a futuro de los que se alimentará la comunidad en general. Esa lógica previsibilidad, ¿no la ve, Milei?

Su desprecio por la educación pública, que nace de su fanatismo por la ley del más fuerte, desequilibra la naturaleza misma del desarrollo de los pueblos: la igualdad de oportunidades.

El movimiento social ascendente, en definitiva, tiene una pizca libertaria, también: ¿O acaso el hombre no tendrá más libertad de acción cuanto más conocimiento tenga para aplicar a su desarrollo individual?

Marcha mendoza universitarios, profesores, educación libre y gratuita, vicerrector, Fidel

Foto: Cristian Lozano

La masiva marcha de ayer, replicada en todos los rincones del territorio nacional, no fue de peronistas, radicales, socialistas, ni gente de derecha ni de izquierda. Fue transversal, sin ideologías partidarias que interfirieran en el mensaje más estruendoso que se ha escuchado en los últimos tiempos en el país: ¡No se metan con la educación pública!

El problema es que el Presidente argentino concibe la inversión en educación como un “gasto”. Y lo reflejó desde el vamos cuando envió el mismo presupuesto de $1,4 billones a las universidades públicas, siendo que los costos subieron exponencialmente: 280% de inflación interanual vs idéntico presupuesto que en 2023 o es un despropósito o es una declaración de guerra.

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La licuación de salarios, particularmente de los docentes universitarios, no se compensa con migajas, cuando se compara los que hasta los Senadores libertarios se auto incrementaron al pasar sus dietas de 1,7 millones de pesos a más de 4 millones mensuales. Milei había dicho que el ajuste iba a hacerlo la casta…

Una capacidad de gasto reducida a un tercio en todas las universidades públicas del país, para este 2024, no es sólo disminución del poder adquisitivo de sus profesores, que se llevan el 90% del dinero destinado al sector universitario, sino, y sobre todo una imposibilidad práctica de funcionamiento de las casas de altos estudios: porque el 10% restante de los recursos que se usa para pagar el mantenimiento, la limpieza, las becas o los ahora exorbitantes servicios, queda reducido a la nada misma por la suba de costos.

Embed – Multitudinaria marcha a Plaza de Mayo en defensa de la universidad pública

Basta señalar que una boleta de electricidad de abril de este año les ha llegado hasta 577% más alta que en abril de 2023. De apagar las luces a cortar la calefacción, queda apenas un paso para cerrar las aulas.

Y no se afectarán casi dos millones y medio de estudiantes: se congelará un futuro generacional mucho más numeroso. Porque un profesional menos, es una precarización laboral que redunda en postergaciones que afectan a hijos y nietos que también verán afectada su accesibilidad educativa, tarde o temprano. Eso es involución social. Es dinamitar el desarrollo de una Nación.

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Por eso, no había planeros hoy en las calles; ni se les dio importancia a los actores políticos que hubieren querido colgarse de la ocasión. Hubo científicos, abogados, veterinarios, artistas, contadores, comunicadores, hombres y mujeres con títulos, con memoria imborrable de los momentos más plenos de su vida vividos en los claustros, los que les alimentaron el espíritu y no sólo las mentes, que no fueron adoctrinados, sino que aprendieron a pensar, a debatir, cuestionar…

Pero, sobre todo, padres y abuelos, que ven en sus hijos y nietos la necesidad y el derecho de tener una educación que les permita realizarse por encima de los desvaríos de un ajuste inadmisible en sectores que no son un gasto sino la mayor de las inversiones en el porvenir.

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Milei no sabe las consecuencias que esto va a traer… puede ser un efecto dominó como la Revolución de 1918. Porque no hubo protocolo que pudiera cerrar los caminos a la expresión más masiva de la que se tenga memoria en los últimos años en esta Argentina “educada”. Nadie fue violento, pero todos fueron contundentes: “Señor Presidente, ¡la educación pública no se toca!”.

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