Los multimillonarios que triunfan pese a abandonar la universidad
Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Bill Gates decidieron dejar los estudios para dedicarse a sus compañías. Aunque su éxito parece indicar que todos pueden hacerlo, estas figuras constituyen excepciones. La dificultad de ser autodidacta y el Estado invisibilizado.
En la historia, Hollywood y la maquinaria infernal de propaganda estadounidense cultivaron con éxito el mito del emprendedor: esos muchachos blancos, que se pasean por los campus universitarios, que caminan con desparpajo, inquietos, despeinados y creativos. Iluminados que, por su inteligencia, pero también por su capacidad de atraer a otros, consiguen rápidamente representar a un grupo. Así es como, aburridos de los contenidos impartidos –siempre iguales, siempre repetidos–, abandonan las universidades de elite en las que cursaban y montan el germen de su futura compañía en el garaje de la casa. Como si formaran una banda de rock, conectan computadoras y trabajan duro hasta que finalmente tienen una idea genial que los vuelve millonarios. Es la historia más o menos calcada de figuras internacionales como Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Bill Gates. Una vez que alcanzan la cima, ya maduros, comparten los secretos de su éxito ante la atención casi zombi de millones de jóvenes que quieren ser como ellos. ¿La trampa? Si se afila la lupa, solo se trata de casos excepcionales que se presentan como regla cuando no lo son.
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