Lo sucedido este jueves a la vicepresidenta de Uruguay, Beatriz Argimón, no llamaría la atención si el vínculo entre el gobierno de Luis Lacalle Pou y el Javier Milei fuera todo lo fluido que podría haberse esperado.
Pero eso no es así. Argimón llegó a Buenos Aires por unas horas este jueves para dar una lectura sobre los “Desafíos para la mujer en la política Latinoamericana”, en torno a las fechas cercanas al 8 de marzo, y fue afectada involuntariamente por la crisis entre Milei y su vicepresidenta Victoria Villaruel por la sesión en el Senado y el tratamiento del DNU.
La invitada estrella a la embajada oriental era Villarruel, pero pegó el faltazo. Eso sí, se excusó y pidió disculpas.
El plato fuerte de la recepción era la foto de las dos vicepresidentas en la sede diplomática que dirige el dirigente politico Carlos “Pájaro” Enciso.
Clarín estuvo en el cóctel uruguayo en el que dieron todos presente todos menos Villaruel. Y Argimón tampoco pudo ver, sin que se dieran las razones de ello, a la canciller Diana Mondino que se acaba de ir en gira comercial a Malasia, Vietnam y Japón.
Por lo que pudo saber este diario, los uruguayos entendieron el faltazo de Villarruel como parte de las urgencias políticas y económicas de este país. Y entendieron a Mondino porque al fin y cabo es la Cancillería la que viene atendieron de manera fina la falta de interés presidencial en el vecindario.
De hecho, tras muchas vueltas, enviaron al diplomático Martín García Moritan como embajador a Uruguay. Y lo hicieron bastante rápido. El último y gran gesto que apreciaron en Montevideo fue que el gobierno libertario diera luz verde a que Uruguay aumente a 14 los metros de dragado en el canal de Rio de la Plata que conduce al puerto de su capital.
Pero todos los asistentes al cóctel de Enciso por la llegada de Argimón hablaron por doquier del desplante del presidente Milei a Lacalle Pou, y a la región. Para el caso, no hablar por teléfono con ninguno y nunca respondió ni con un “sí” ni con un “no” a la invitación del presidente uruguayo a comerse un asado en la estancia presidencial de Anchorena, en Colonia.
El presidente Lacalle Pou lo invitó a Milei ese 10 de diciembre en el besamanos de Casa Rosada, durante la asunción presidencial del economista, que a diferencia de lo que hizo con otros presidente no le dio una bilateral.
El único que tuvo una diferencia fue Santiago Peña que se tomó su avión y vino a visitarlo hace unas semanas para encarar los temas bilaterales que le importan. Pero es el recién llegado a Presidente el que debiera viajar.
Milei es cierto tiene un estilo 180 grados diferente a los políticos en materia interna y externa. Como se vio, insulta a los que considera comunistas. Se tomó un avión para ver a Donald Trump en una conferencia de ultra conversadores en Estados Unidos a fines de febrero, y le deseó que ganara la presidencia en noviembre próximos. Lo hizo horas después de recibir en Buenos Aires a Antony Blinken, el secretario de Estado de Joe Biden. Para los demócratas todo ello fue visto como una “traición”.
El Presidente mantiene una relación al final pragmática hasta con los que considera enemigos pero tiene un modo particular que se reflejará en su próximo viaje a Europa. Salvo la que planea en Francia y Ucrania, son visitas de carácter privado y no de Estado. Se manifiesta por completo indiferente al vínculo con Latinoamérica, empezando por Luis Inacio Lula da Silva. Pero ahí el rechazo es mutuo.